J. K. Rowling vuelve a estar en el ojo del huracán debido a la transfobia. El último capítulo de esta inquietante historia tiene que ver con una campaña del New York Times que promueve desligar a la autora de su creación más exitosa: Harry Potter.
Hoy me gustaría hablarte sobre esta controversia, y dar mi opinión con respecto a las obras con autores envueltos en polémicas.
J. K. Rowling y los comentarios tránsfobos
Hace ya algunos años que venimos presenciando un cruce de tweets y acusaciones, como si estuviésemos viendo un partido de tenis, entre J. K. Rowling y otras celebridades (sin contar las millones de interacciones de otros usuarios en forma de respuesta a cada uno de estos mensajes).
La autora de la saga de fantasía se vio envuelta en un mar de críticas tras unos comentarios que la comunidad trans calificó de transfóbicos por ignorar los derechos de las personas de su colectivo.
Como muchos de vosotros/as ya sabréis todo sobre la polémica, me voy a limitar a decir que J. K. Rowling dijo que el titular de un artículo que hablaba de personas que menstrúan era incorrecto, respondiendo:
¿Personas que menstrúan? Estoy segura de que solía haber una palabra para referirnos a este tipo de personas. Que alguien me ayude.
Tras esto, comenzó con un juego irónico en el que intentaba recordar la palabra Women poniendo otras que se le parecían.
La comunidad se le echó encima porque decir «mujeres» como sinónimo de personas que menstrúan excluía a todo el abanico de mujeres que no lo hacen, como las mujeres trans o las que tienen la menopausia, o incluso a hombres trans que sí.
Esto generó un aluvión de críticas y respuestas, entre ellas del elenco intérprete de Harry Potter, defendiendo los derechos de las personas trans, tal y como podemos observar en esta respuesta de Emma Watson.
Si quieres saber un poco más de lo ocurrido, te recomiendo ver este vídeo. Pero si realmente quieres saber toda la cronología de la polémica, te invito a que le eches un vistazo a este artículo de 20 minutos, que indica cada comentario realizado por J. K. Rowling en torno a esta cuestión.
La campaña del New York Times
Así llegamos a las últimas noticias. New York Times ha promovido una campaña en la que trata de desligar a J. K. Rowling de Harry Potter. Pero, ¿cómo lo ha hecho? Ha sido a través de este anuncio que te dejo a continuación:
No ha dejado a nadie indiferente, vaya.
Es más, a pesar de los mensajes en contra de J. K. Rowling, entre los que se encontraban incluso amenazas de muerte y violación y salvajadas intolerables de ese estilo, parece haber provocado la reacción contraria. Muchos abogan por la libertad de la autora para expresar sus ideas de una forma respetuosa y condenan el acoso que ha sufrido, como ya lo hiciera Eddie Redmayne, quien dijo haber enviado una carta de apoyo a la autora contra los «nauseabundos» mensajes que recibió por sus comentarios.
Y es que hay un debate intensísimo con respecto al feminismo y una corriente minoritaria dentro de él (algunas personas dirían que incluso atenta con sus principios más básicos) llamada TERF (feminismo radical trans excluyente), en el que J. K. Rowling ha sido situada (no por ella misma) multitud de veces.
Una declaración breve
Pero yo no estoy aquí para hablar sobre feminismo, entre otras cosas porque no soy nadie para hacerlo. Como varón cisgénero apoyo, pero no hablo. Prefiero escuchar y aprender. Porque seguro que aún hay cientos de cosas que he aprendido sin ser consciente de la cultura en la que he nacido. Y guardar silencio para escuchar voces mejores es mi intento más honesto por deconstruir las cosas que estén mal o sean injustas.
De hecho, solo diré al respecto que yo estoy a favor de cualquier persona que no haga daño a otras, y por lo tanto no estoy de acuerdo con las insinuaciones que J. K. Rowling ha hecho en diversas ocasiones, puesto que creo que si una persona trans quiere ser tratada o tratado con la identidad que sienta, nadie tiene derecho a impedirlo.
Sin embargo, es inaceptable, para manifestar que no estoy de acuerdo con alguien, sea con J. K. Rowling en este caso o con cualquier otra persona en este u otro tema, recurrir al odio, a la violencia de cualquier tipo o incluso a señalar públicamente e incitar a según qué actitudes (contribuyendo así a escalar en la contundencia de la respuesta).
Así pues, habiendo dejado claro que estoy en desacuerdo con J. K. Rowling, y que soy un feminista convencido con mucho por aprender, me lanzo a hablar sobre la campaña en concreto.
La división autor-obra
No es la primera vez que escuchamos eso de «desligar a un autor de su obra». De tratar de quedarnos con una producción pero negar su autoría. También hemos asistido en los últimos años ya no a la desligación de una obra de su autor, sino incluso a la censura de la misma por el comportamiento o las excentricidades de su autor.
Y esto me parece una soberana barbaridad.
¿Cómo pretender que nadie más lea/vea una obra porque su autor es o era tal cosa? Pero, ¿es que esa obra transmite ideas irrespetuosas o incita al odio? Porque si es así, lo discutimos, pero si no es así… Cuando alguien crea una obra, sea en el formato que sea, y la hace pública, esa obra ya no es suya (no del todo, al menos). Pasa a ser del imaginario colectivo, de cómo se percibe y cómo la entienden sus consumidores.
Eso es lo que significa publicar algo.
Y en ese momento, ya no importa, si es que importó en algún momento, que la persona que la haya realizado fuera censurable en uno o varios aspectos.
Cuando escucho la música de Wagner, no me vuelvo antisemita. Cuando veo un cuadro de Picasso, no me vuelvo misógino, narcisista, maniático… (Joder, este señor lo tenía todo). Cuando leo Harry Potter, no me vuelvo tránsfobo.
Son obras que no transmiten circunstancias personales concretas o ideales políticos (insisto, si hay alguna que sí lo haga, podríamos debatir sobre si suprimirla, pero ahora me estoy refiriendo a aquellas en las que no se aprecian matices polémicos), y por lo tanto, merecen sin ningún tipo de duda seguir en el Olimpo del arte.
Pero, ¿y si una obra es polémica?
Hagamos un ejercicio aún mayor de profundidad y de debate. ¿Qué ocurre si una obra tiene una polémica más o menos justificada?
Esto ocurre hoy en día, sobre todo, con obras que han sido escritas en otros contextos o momentos históricos, como por ejemplo en el caso de Nabokov con Lolita, o Lo que el viento se llevó.
Claro que Lo que el viento se llevó fue polémica ya en 1939. La protagonista es una ricachona sureña en plena Guerra de Secesión. Claro que los norteños (aquellos «diablos» que pretendían ganar la guerra y abolir la esclavitud) son vistos como invasores. No es una declaración, es que es la visión de la protagonista en la que nos metemos al comenzar la película. Por supuesto que hay formas y formas, pero es que hace ochenta años no había un contexto social y cultural ni remotamente parecido al actual, por lo que pretender evaluar una cinta que responde a la ambientación de la historia que trata y al momento en el que fue filmada es, a todas luces, un contrasentido.
Es más, al retirarla HBO de su catálogo, está evitando que un montón de usuarios la vean. Y por lo tanto tampoco verán la actuación de Hattie McDaniel, la primera persona negra en ganar un Óscar. Que su personaje estaba estereotipado y era poco realista, claro (son 80 años, insisto). Pero que es un hito para la historia de una actriz buena como pocas, y que sirvió como muestra de que el racismo era una lacra que había que borrar de la sociedad. Más aún cuando no mucho tiempo atrás lo habitual era que un actor blanco se pintara de negro la piel para interpretarlos porque las personas negras «no sabían actuar».
Sí, nuestra historia da vergüenza ajena en tantos puntos que a veces entran ganas de tirarse de un puente, pero tratar de eliminarlas, como se dice en este artículo imperdible sobre la polémica con Lo que el viento se llevó, es como tratar de borrar las huellas de un crimen. El cine, o la literatura, o cualquier otro tipo de arte, es un reflejo de la sociedad de su tiempo, y por tanto puede ser machista, racista, o un montón de cosas acabadas en -ista más (spoiler: ninguna de ellas positiva).
Pero eliminarlas nos hace más ignorantes porque elimina los rastros de un pasado que no conviene que olvidemos. Se trata de saber que ese pasado existe, siendo consciente de que es eso, pasado, y que el presente se ha construido precisamente porque fuimos capaces de superar ciertos errores.
J. K. Rowling y «su» obra. Le pese a quien le pese
Desligar una obra de su autor no solo es algo ilegal, porque lo es, sino que es algo que considero éticamente reprochable. Incluso cuando la obra es polémica, saber quién la ha escrito nos ayuda a entender el origen de las ideas que se vierten en una pieza artística concreta.
Mein Kampf es un libro brutalmente vendido, y ninguna de las personas que lo han leído que conozco lo hicieron por comulgar con las ideas de quien lo escribió. Sino precisamente por lo contrario.
Acercarse a algo con lo que no estás de acuerdo y analizarlo con espíritu crítico no es algo peligroso, sino todo lo contrario. Nos ofrece unos mimbres sólidos para formar una sociedad libre de prejuicios y que mira hacia adelante, pero siendo muy consciente del pasado que deja tras de sí.
Claro que Harry Potter no es una obra completamente vanguardista en cuestiones morales. Fue escrita a finales de los 90, y anda que no ha llovido desde entonces. Pero ya en aquella época era un libro con unas enseñanzas muy deseables y aún lo sigue siendo, independientemente de lo que considere su creadora en su dimensión personal (y no en boca de ninguno de sus personajes).
Lo que no puede dejarme de parecer triste, es que alguien pretenda apropiarse del mundo de Harry Potter, un universo que ha levantado ella desde la nada, y excluirla del mismo. Y digo tristeza, porque me habría gustado verla en un evento imprescindible para cualquier fan como Harry Potter: el reencuentro. Porque este semi-documental era un tributo a una obra que marcó mi vida, y su creadora se merecía estar (aunque ella misma rechazó aparecer, debido a la controversia generada por esta situación).
Pero es que yo jamás iría a escuchar a J. K. Rowling hablar de feminismo o de las personas transgénero. Ya he dicho que no estoy de acuerdo con ella, y me importa tres narices lo que piense, porque, como yo, no es una autoridad para hablar de eso. Lo que sí me importa es saber cómo ha vivido a raíz de convertir su idea en un fenómeno de masas, qué le parecía la elección del elenco o si le costó mucho estar conforme con la adaptación cinematográfica de sus novelas. Y tanto yo como millones de fans fuimos privados de este momento por motivos que no tienen absolutamente nada que ver con el universo Harry Potter.
Creo que deberíamos ser capaces de disociar entre una obra y su creador, que sería un buen síntoma de capacidad crítica, de análisis, y de madurez.
No solo no debemos desligar a J. K. Rowling de su obra, por ilegal e injusto, es que sus opiniones no deben influirnos a la hora de disfrutar de una saga que ha marcado la vida de millones de niños y niñas en términos del valor y el papel de la mujer, de la importancia de la amistad, el respeto por nuestra familia y las personas que ya no están, y un sinfín de valores más que han convertido a esta gran obra en una de las más influyentes de la historia.
Y a su autora también.
03 marzo, 2022
Es que hoy hay que revisarlo todo, hasta el pasado inamovible, porque no hay nada del mismo que haya que comprender. Hay que renegar de todo, cuestionar cualquier cosa porque todo es cuestionable.
Otra cosa es que lo que se cuestione sea procedente, porque, cuando dudamos de todo desarbolamos la estabilidad moral y ética sobre la que caminamos ahora con firmeza.
Pero, no importa. Sigamos dudando porque cuando llegue la hora en que no nos tengamos en pie, ya vendrán otros a obligarnos a caminar, aunque no tengamos fuerzas para hacerlo, y a decirnos en qué dirección.
03 marzo, 2022
Totalmente. Pero es una cuestión peligrosa. Creernos siempre en posición para negar o rebatir cualquier cosa, incluso aunque no seamos expertos en la materia, niega el principio de escuchar el doble de lo que se habla. Y la sociedad de hoy en día necesita escuchar (y saber hacerlo bien) más que nunca.