La casa de la muerte es uno de esos libros de la famosa saga Pesadillas. Pero no es un libro cualquiera. En sus escasas 140 páginas tenemos una historia trepidante que hará las delicias de los lectores más jóvenes de la casa.
Y no tan jóvenes. En serio. Yo me lo leí en una lectura conjunta con 40 personas bien creciditas, y ahí estábamos todos que nos tirábamos de los pelos con ciertos momentos del libro.
¿Quieres saber por qué? Y encima sin spoilers…
Sinopsis
Amanda y Josh se mudan a una casa enorme con sus padres gracias a una inesperada herencia. Pero, nada más llegar, comienzan los fenómenos extraños.
Apariciones fantasmales, nuevos amigos de lo más inquietantes… ¡Hasta el perro actúa de un modo extraño!
Pero sus padres dicen que solo son imaginaciones suyas. Quieren que salgan y que les de el aire, que hagan vida normal.
La pregunta es: ¿qué clase de vida les espera en este insólito lugar?
Características
140 páginas.
Traducción: Carlos Loscertales Martínez
Opinión Personal
La casa de la muerte es uno de los mejores libros de la colección de Pesadillas que he leído. R. L. Stine siempre sabe cómo engancharte y mantenerte en vilo cuando te cuenta sus historias, pero en esta en particular creo que hay un aura más tétrica que en otros volúmenes.
Si hablamos en general del libro, no podemos decir que sea una obra maestra. Tiene algunos fallitos —no graves, pero sí presentes— que la alejan de obras más cuidadas.
Pero, salvo que nos hayamos despistado mucho, no vamos a caer en este libro buscando literatura reflexiva y elevada. No. Este es un libro entretenido, para devorar, para tomar aire entre lecturas más densas, o para descubrir el gusto por la lectura si eres más joven. Porque todos empezamos por un libro que nos enganchó y nos divirtió sin más. Y ahí este libro es sobresaliente.
A veces nos olvidamos de que todo gran lector empezó dando sus primeros pasos leyendo a poquitos. Como cualquier otra afición en realidad.
Uno no descubre el amor por el cine viendo El paciente inglés a los siete años. A ver, que no digo que sea imposible, pero… Ya me entiendes.
Uno de los puntos fuertes de este libro es su duración. 140 páginas, distribuidas en capítulos cortitos. Y el final de cada capítulo es de infarto. Stine juega con los cliffhanger (los finales con todo el suspense) que da gusto leerle. Y si eso sirvió con 40 adultos, no te quiero contar con niños. Si a eso le añadimos el morbo de sentirse mayor por estar leyendo un libro de Pesadillas… Sí. Mis comienzos fueron justo así. Si tienes curiosidad, te lo cuento en esta entrada.
El libro tiene algunos clichés, eso sí. Hermanos pequeños tocanarices, mudanza, padres indiferentes hasta traspasar con mucho la barrera de la negligencia… En eso no vamos a encontrarnos nada nuevo. Stine sigue ese patrón en sus historias, por lo que si has leído treinta de sus libros quizá te aburra ya. Pero, ojo, porque si lo usa y ha vendido 350 millones de ejemplares en el mundo es porque es un molde que engancha a los niños de esta edad como un anzuelo para ballenas.
Sí, podía haber usado otra metáfora. Pero me gustaba esa.
Y ahí tenemos el valor de esta historia como impulso a lecturas posteriores. Este libro es un baluarte de la idea de que leer puede ser vibrante y entretenido.
Además de eso, como ya he mencionado, tiene un aura mucho más tétrica que otros libros. Es una historia un poco más adulta que otras de esta misma colección, como Terror en la biblioteca. Ese es el motivo de que crea que la edad ideal para leer este libro es 11 o 12 años. Antes… Puedes, claro. Sigue siendo un libro infantil y no sale nada demasiado bizarro. Pero insisto en que es más adecuado para esos jovencitos un poco más «grandes». Otro elemento que, si seleccionamos bien la edad, puede hacer que se enganchen a la lectura; no pensarán: mira qué chorrada esto, como si tuviera 8 años.
Cuando a lo mejor tienen 9 y medio… (suspiro de adulto y ojos en blanco). Pero, claro, para ellos es una diferencia abismal.
Lo último que tengo que decir es que el final me sorprendió mucho, y para bien. Un final más o menos abierto, con un buen giro, que me recordó a alguna peli de miedo de mi época adolescente. Sí, esa en la que me creía un ser superior por aguantar dos horas de sangre y sobresaltos en una butaca sin pegar ni un gritito.
Conclusión
La casa de la muerte es un libro notable. No es el mejor libro que te puedes encontrar en lo que se refiere a estilo de escritura, pero tiene una trama sencilla y directa, sin tapujos. Es una opción genial para iniciar a los más pequeños de la casa —siempre que tengan más de 8 o 9 años— en una lectura que no van a considerar obligatoria ni aburrida. Porque es de miedo, y el miedo mola. Sobre todo cuando no les da miedo de verdad.
Pero aunque esta reseña vaya dirigida a alguien que busca una lectura fantástica infantil-juvenil, te recuerdo que yo me la zampé a mis 28. Y otras 39 personas más o menos de mi edad, también. Y nos gustó prácticamente a todos.
Ahí lo dejo.